A simple vista, el diseño de George Bohle no es más que una simple mesa de madera, por lo demás incluso hasta feúcha... demasiado clásica. La sorpresa viene cuando, por arte de magia, uno de los comensales abre una bisagra y se pone a tocar el piano allí mismo (hay que tener en cuenta este punto a la hora de invitar al convite a algún pianista, porque de lo contrario... bueno, al menos no es una gaita). Ahora sí, los 4500 euros que cuesta dan qué pensar...
jueves, 4 de marzo de 2010
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